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Desde la avenida de Menéndez Pelayo hasta la M-30. Primero se llamó calle del Límite y no fue hasta los años cuarenta cuando recibió su actual nombre en recuerdo a Pedro Sainz de Baranda y Gorriti, que se hizo cargo de la alcaldía de Madrid en 1812, cuando las tropas francesas evacuaban la villa y tuvo que mantener el orden y evitar los saqueos. Se encontró con una ciudad destrozada por la guerra, donde las calles seanegaban con las lluvias, las basuras se acumulaban en la esquinas y a los muertos se les enterraba en las traseras de las iglesias.

Lo que más había en ese Madrid eran tabernas, una por cada doscientos cincuenta habitantes, pero curiosamente faltaba agua, ya que 200.000 personas sólo disponían de cinco litros al día por cabeza; no había baños en las casas y la ropa se lavaba en fuentes y lavaderos públicos. Tras el regreso de los franceses, dimitió de su cargo en 1813, y volvió a ser regidor de Madrid, esta vez como alcalde constitucional, en 1820. Curiosa fue su proclamación, porque muchos madrileños se concentraron ante la plaza de la Villa exigiendo que fuera nombrado un alcalde constitucional. Se improvisó una lista de concejales, y cuando llegó el momento de elegir al alcalde, desde el balcón del Ayuntamiento el poeta Manuel Eduardo Goroztiza, preguntó a los allí congregados si les parecía bien que se propusiera a Pedro Sainz de Baranda como alcalde.

La aclamación fue unánime. Su primer acto fue ser testigo del acatamiento de la Constitución por parte de Fernando VII. Sainz de Baranda ordenó que en todas las parroquias de la capital se exhibiera el texto constitucional, para que los feligreses lo acatasen.

Esta calle conserva en su primer tramo recto, entre Menéndez Pelayo y Doctor Esquerdo, su fisonomía de bulevar. Y tiene su crónica negra: en una casa de empeño se cometió, el 21 de junio de 1959, un múltiple asesinato que conmocionó a Madrid, del que fue autor el Jarabo y por el que fue condenado a cuatro penas de muerte. Le bastó con una.

En el número 3 se encuentra la iglesia de los Padres Sacramentinos, obra de José María de la Vega y Samper, de traza triangular y vidrieras policromadas.

 

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