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Corría el año 1838 cuando Ramón Pardiñas pereció en la Batalla de Maella, a la edad de 36 años. Natural de Santiago de Compostela, nació en el seno de una familia noble en 1802 fruto del matrimonio del militar José Pardiñas y Ana María Taboada.

Entró en las filas del Ejército dos años después del final de la Guerra de la Independencia, en la que destacó su padre. Tras la muerte de Fernando VII, sirvió a la causa isabelina y a la Reina Regente, María Cristina. Fue entonces cuando se le encargó, con el grado de Coronel, la instrucción del Regimiento Provincial de Mondoñedo, sito en Ferrol.

Como tantos otros militares de origen noble del siglo XIX, la carrera militar iba aparejada a la política, y el caso de nuestro protagonista no iba a ser una excepción, ya que fue elegido procurador en Cortes en 1834. Con la Primera Guerra Carlista en marcha desde 1833, le fue difícil compaginar la vida militar y política, destacándose más en la primera. De hecho, sus logros le llevaron a ser ascendido en junio de 1836 comandante general de Asturias, combatiendo allí a Gómez en el Barco de Soto.

Condecorado con la Cruz de San Fernando por su defensa de Oviedo en octubre del mismo año, recibió el grado de Brigadier por decisión de la Regente y siguió destacándose en las acciones bélicas del conflicto. Tras participar en la batalla de Morella, el 1 de octubre de 1838 Pardiñas contactó con las tropas del carlista Cabrera cerca de Maella, cargando junto a su Estado Mayor y cayendo muerto por numerosas lanzadas.

Pardiñas murió joven y rico, siendo reconocido como un militar prometedor y de entre los más destacados del bando isabelino. En 1890, y como reconocimiento a sus servicios, se concedió a sus herederos el título de Marqués de Casa-Pardiñas, dedicándole Madrid esta calle de la que estamos hablando.

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